No he estado ni 24 horas en Vilnius, Lituania, pero me vais a permitir que me explaye un poco porque me ha dejado muy buen sabor de boca.
Lituania es un país pequeñito que se independizó de la URSS y al que he tenido que buscar en una mapa porque no sabía situarlo exactamente. Cuenta la leyenda que fue la zona que más ímpetu puso en la independencia de la URSS y que hoy en día la relación con ellos es “normal”, dentro de lo normal que puede ser la relación con Rusia. Pero más que leyendas os quiero contar lo que he visto.
La llegada en avión muestra un paisaje llano y verde con multitud de lagos dispersados. Afortunadamente el tiempo es bueno pero resulta fácil imaginarse esos lagos congelados en pleno invierno, cuando se pueden alcanzar temperaturas de -30ºC.
La llegada al aeropuerto no puede ser más llamativa. El aeropuerto de Vilnius será en extensión más o menos como el de Bilbao. No está mal. Pero me llama la atención la poca cantidad de aviones que se ven (más adelante me cuentan que la principal aerolínea nacional ha quebrado hace unos meses). Después de recorrernos el aeropuerto entero (algo ya habitual en cualquier aeropuerto, nos situamos junto al finger y 2 operarios se disponen a acercar el finger para poder salir nosotros directamente dentro del aeropuerto. Tras un par de minutos, nos informan de que vamos a tener que esperar porque lo han colocado mal. En ese momento, otro operario se acerca con una escalera portátil (esas que se conducen y tienen ruedas), pero desde el avión le dicen que no y echa marcha atrás. Entonces abren la puerta y bajan unas escaleras. Un autobús de la posguerra se acerca sigilosamente, y otros 2 operarios miran la situación. En resumen, un avión, un finger, una escalera portátil, un autobús y seis operarios para ayudarnos a bajar del avión.
Finalmente nos bajamos del avión y nos vamos al autobús. El conductor arranca y anda como 10 metros. Se para. Nos deja dentro con las puertas cerradas. Esperamos 5 minutos, nos abre las puertas y nos metemos dentro del aeropuerto. ¡Viva la eficiencia! Lo mejor de todo es que en el avión de vuelta ha vuelto a pasar lo mismo. ¡Cualquiera diría que brussels airlines aterriza todos los días aquí!
Una vez en tierra, cojo un taxi. Ya me habían advertido de que el viaje cuesta unos 10€ (35 litas), que suele ser un poco más caro porque sólo hay una empresa y que intentan timar a los turistas. Así que me dirijo al primer taxi, le enseño la dirección y le pregunto precio. Me dice que 18-19 litas. Le digo “¿18-19 (eigtín-naintín)?”. Y me dice que sí. Como sigo con la mosca detrás de la oreja, justo cuando habíamos arrancado le digo “¿eigtíiiiiiiiiin o eigti?”. Y ahí es cuando me entero del pastel. Me quiere cobrar 3 veces más por el viaje. Razonamiento del taxista: guiri+cara de lelo = 90 litas. Le digo que no y volvemos a la parada. Y empieza de nuevo el circo. Me acerco a otros taxis y les digo que el otro me quiere cobrar 70 litas (guiri, pero no tonto…) y me dicen que 70-80 es el precio normal (¡vamos mejorando!). Uno de ellos me baja a 60 y yo le digo que como mucho puedo subir a 40. Al ver su cara, utilizo la táctica de la Maika: “Bueno, ¿cuál es tu última oferta?”. Y me dice que 60, así que no funciona.
Me voy a otro grupo de taxistas y vuelvo a empezar. Me dicen que nanai. Y cuando estaba empezando a cansarme, se acerca uno del grupo anterior y me señala a otro taxista. Miro y es el único con un taxi rojo, el tipo está dormido, le habla y se despierta. ¡Qué pinta de pirado! El destino se apiada de mí y el hombre dice que no me lleva. Entonces me señala a otro y ese acepta llevarme por 40-50 (al final fueron 45). Reflexiono y me parece que para ser guiri y la primera vez aquí, no está mal. Así que acepto. El hombre tiene cara de buena gente y no sabe ni papa de inglés –quizá por eso aceptó-. Y a partir de aquí sólo puedo contar cosas buenas (de trabajo no voy a hablar, claro, pero también muy bien).
El centro de Vilnius es dinámico y está sorprendentemente desarrollado. En muchas cosas no le diferencia de la mayoría de ciudades europeas: gente joven con ganas de divertirse, looks alternativos, parques de niños con abuelas cuidando de sus nietos, mujeres de mediana edad acicaladas y a la moda, coches caros, gente luciendo deportivos, calles cuidadas, carril bici, monumentos. Pero también hay cosas que la hacen única: una mezcla de iglesias católicas y protestantes, trolebuses, algunos autobuses con décadas encima,… Cuando sales del centro se nota más la diferencia, se nota que es un país a medio hacer que avanza hacia la “modernidad”, que ve en Europa lo que puede ser. Así, te encuentras carreteras poco cuidadas, algún coche digno de museo, una autovía en la mediana se abre para cambiar de sentido, amplias zonas a medio urbanizar. Pero la ciudad conjuga buen humor, seguridad, ambiente juvenil y moderno, restos de la antigua Unión Soviética y mucha muchas ganas de progresar.
Sí, la mayoría de juicios serán precipitados. Pero me gusta. Afortunadamente este blog lo lee poca gente y no la poblará de turistas. Así que, no sé que pensará Jaione pero éste es un sitio ideal para pasar unas vacaciones: alquilando un coche y viendo el campo y la ciudad, o pasando entre países en autobús o tren, o 5 días disfrutando de Vilnius. El caso es que hay que volver. Lo “malo” es que hay tanto mundo por ver…. Y tan poco tiempo y dinero... :)
Lituania es un país pequeñito que se independizó de la URSS y al que he tenido que buscar en una mapa porque no sabía situarlo exactamente. Cuenta la leyenda que fue la zona que más ímpetu puso en la independencia de la URSS y que hoy en día la relación con ellos es “normal”, dentro de lo normal que puede ser la relación con Rusia. Pero más que leyendas os quiero contar lo que he visto.
La llegada en avión muestra un paisaje llano y verde con multitud de lagos dispersados. Afortunadamente el tiempo es bueno pero resulta fácil imaginarse esos lagos congelados en pleno invierno, cuando se pueden alcanzar temperaturas de -30ºC.
La llegada al aeropuerto no puede ser más llamativa. El aeropuerto de Vilnius será en extensión más o menos como el de Bilbao. No está mal. Pero me llama la atención la poca cantidad de aviones que se ven (más adelante me cuentan que la principal aerolínea nacional ha quebrado hace unos meses). Después de recorrernos el aeropuerto entero (algo ya habitual en cualquier aeropuerto, nos situamos junto al finger y 2 operarios se disponen a acercar el finger para poder salir nosotros directamente dentro del aeropuerto. Tras un par de minutos, nos informan de que vamos a tener que esperar porque lo han colocado mal. En ese momento, otro operario se acerca con una escalera portátil (esas que se conducen y tienen ruedas), pero desde el avión le dicen que no y echa marcha atrás. Entonces abren la puerta y bajan unas escaleras. Un autobús de la posguerra se acerca sigilosamente, y otros 2 operarios miran la situación. En resumen, un avión, un finger, una escalera portátil, un autobús y seis operarios para ayudarnos a bajar del avión.
Finalmente nos bajamos del avión y nos vamos al autobús. El conductor arranca y anda como 10 metros. Se para. Nos deja dentro con las puertas cerradas. Esperamos 5 minutos, nos abre las puertas y nos metemos dentro del aeropuerto. ¡Viva la eficiencia! Lo mejor de todo es que en el avión de vuelta ha vuelto a pasar lo mismo. ¡Cualquiera diría que brussels airlines aterriza todos los días aquí!
Una vez en tierra, cojo un taxi. Ya me habían advertido de que el viaje cuesta unos 10€ (35 litas), que suele ser un poco más caro porque sólo hay una empresa y que intentan timar a los turistas. Así que me dirijo al primer taxi, le enseño la dirección y le pregunto precio. Me dice que 18-19 litas. Le digo “¿18-19 (eigtín-naintín)?”. Y me dice que sí. Como sigo con la mosca detrás de la oreja, justo cuando habíamos arrancado le digo “¿eigtíiiiiiiiiin o eigti?”. Y ahí es cuando me entero del pastel. Me quiere cobrar 3 veces más por el viaje. Razonamiento del taxista: guiri+cara de lelo = 90 litas. Le digo que no y volvemos a la parada. Y empieza de nuevo el circo. Me acerco a otros taxis y les digo que el otro me quiere cobrar 70 litas (guiri, pero no tonto…) y me dicen que 70-80 es el precio normal (¡vamos mejorando!). Uno de ellos me baja a 60 y yo le digo que como mucho puedo subir a 40. Al ver su cara, utilizo la táctica de la Maika: “Bueno, ¿cuál es tu última oferta?”. Y me dice que 60, así que no funciona.
Me voy a otro grupo de taxistas y vuelvo a empezar. Me dicen que nanai. Y cuando estaba empezando a cansarme, se acerca uno del grupo anterior y me señala a otro taxista. Miro y es el único con un taxi rojo, el tipo está dormido, le habla y se despierta. ¡Qué pinta de pirado! El destino se apiada de mí y el hombre dice que no me lleva. Entonces me señala a otro y ese acepta llevarme por 40-50 (al final fueron 45). Reflexiono y me parece que para ser guiri y la primera vez aquí, no está mal. Así que acepto. El hombre tiene cara de buena gente y no sabe ni papa de inglés –quizá por eso aceptó-. Y a partir de aquí sólo puedo contar cosas buenas (de trabajo no voy a hablar, claro, pero también muy bien).
El centro de Vilnius es dinámico y está sorprendentemente desarrollado. En muchas cosas no le diferencia de la mayoría de ciudades europeas: gente joven con ganas de divertirse, looks alternativos, parques de niños con abuelas cuidando de sus nietos, mujeres de mediana edad acicaladas y a la moda, coches caros, gente luciendo deportivos, calles cuidadas, carril bici, monumentos. Pero también hay cosas que la hacen única: una mezcla de iglesias católicas y protestantes, trolebuses, algunos autobuses con décadas encima,… Cuando sales del centro se nota más la diferencia, se nota que es un país a medio hacer que avanza hacia la “modernidad”, que ve en Europa lo que puede ser. Así, te encuentras carreteras poco cuidadas, algún coche digno de museo, una autovía en la mediana se abre para cambiar de sentido, amplias zonas a medio urbanizar. Pero la ciudad conjuga buen humor, seguridad, ambiente juvenil y moderno, restos de la antigua Unión Soviética y mucha muchas ganas de progresar.
Sí, la mayoría de juicios serán precipitados. Pero me gusta. Afortunadamente este blog lo lee poca gente y no la poblará de turistas. Así que, no sé que pensará Jaione pero éste es un sitio ideal para pasar unas vacaciones: alquilando un coche y viendo el campo y la ciudad, o pasando entre países en autobús o tren, o 5 días disfrutando de Vilnius. El caso es que hay que volver. Lo “malo” es que hay tanto mundo por ver…. Y tan poco tiempo y dinero... :)
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