jueves, 11 de agosto de 2011

¡Vamos, chicos!

A veces nos debatimos entre lo ideal y lo real; entre el cambio y la permanencia; entre lo que deseamos y lo que conseguimos. He visto a amigos y familiares que han realizado grandes esfuerzos por cambiar cosas que no les gustaban de ellos mismos. También lo he vivido en mis propias carnes. Existe un momento de desesperanza en el que te das cuenta de que no has llegado al ideal que tenías en la cabeza o que, simplemente, de vez en cuando hay pequeñas recaídas. Nos cuesta creer que el proceso no es inmediato y eso nos genera frustración. Y, como en todo, si se encauza bien puede ser un motor para progresar. Pero si te vence, acaba destruyendo el castillo que estabas construyendo.

Por eso, creo que una vez que estás en un proceso de cambio es muy útil saber cuantificar tu progreso y ponerte “metas volantes”. Y entender que esa es la llave hacia un camino más amable, que diría Xoel López.

Tampoco estaría mal que nos valorásemos también lo recorrido a nivel mundial. Especialmente hoy que nos vemos saturados por malas noticias, que vemos los mismos problemas del pasado, ya sean en Reino Unido o Somalía. Porque nos pueden llevar a pensar que seguimos igual que hace décadas y que no avanzamos. Sin embargo, sería necesario reconocer que una cosa es la meta ideal y otra los progresos que hemos hecho por el camino. En Gapminder se puede ver cómo se ha acelerado el desarrollo de miles de millones de personas en el mundo, sacándoles de la pobreza, alargando su vida. O en Crisis Group, que me pasaba el otro día pilluelo, puedes ver cómo los conflictos se arreglan. También como algunos van a peor. Pero vemos todo el partido, hasta que el arbitro pita el final. Como la gente que sale antes del descuento, buscando el coche para escapar del atasco. En esos minutos a veces se cumplen nuestros peores presagios... pero a veces nos perdemos la remontada o el gol de año, transformado en algo mucho más importante, la solución a un conflicto.

Datos como éstos no deberían desembocar en la autocomplaciencia sino en una palmadita en la espalda. Esas que a veces necesitamos todos cuando sufrimos en la carrera, cuando no pensamos en lo que hemos hecho sino en lo que nos queda todavía por delante. Y nos abruma... Y en esos momentos nos ayuda esa persona que viene con la esponja y con el vaso de agua. Y nos dice... “vamos, chaval”. Y esa esponja y ese vaso y ese vamoschaval va para el que intenta transformar su vida y hacerla más emocional y ese momento en el que sigue pensando que no lo puede hacer cuando no se da cuenta de que ha avanzado un montón. O para el que se siente raro mientras se preocupa por el impacto social de su consumo y rechaza regalos y siente el desprecio de algunos y las críticas de otros. O para el que hace frente a sus miedos y sus duras vivencias mientras se hace un hueco en este lado del mundo.... ¡Vamos chicos!