martes, 31 de agosto de 2010

Anestesiado/s

De repente me encuentro a mí mismo analizando mi generación. O más bien, la sociedad que me rodea. Y desde el sofá de mi casa nos veo a todos anestesiados, adormilados, carentes de impulso vital. Sin perseguir nuestros sueños porque querer ser un jugador de fútbol o una estrella de la canción no son realmente nuestros sueños sino los sueños que han fabricado para nosotros. Y, así, aletargados os encuentra mi sueño. Atontado me descubro a mí mismo. “Ya no quedan ideales” dirá alguno añorando la época de los 60, “No podemos hacer nada. El otro es pura basura” cavilará otro. A la mierda, pienso yo. A la mierda, quiero decir en alto. Que me quiten los calmantes sociales, me imagino diciéndole al médico de mi conciencia…

No sé si tenía los ojos cerrados o abiertos y perdidos en el infinito pero en ese instante me doy cuenta de que tengo al lado a un bichito con el flequillo en escalera, con un ojo preciosamente torcido y unos mofletes de koala… Me está mirando fijamente y en esa mirada creo adivinar que ha descubierto mis pensamientos. Que sabe lo que pasa por mi cabeza. O, quizás, no… Al fin y al cabo es muy pequeña para entender esto. Tampoco sabe nada de luchar por tus sueños…. ¿o sí?...

Sé la respuesta, pero me deja de importar porque seguidamente me intenta clavar los ojos y sonríe. Curva sus ojos como un dibujo de manga, me enseña sus pequeños dientes frontales y los inmensos mofletes abren paso a una sonrisa única… Y me sirve… Y lo entiendo todo que diría Xoel López

¡Vaya tontería estoy diciendo!... Pero me vale… ¡Es increíble!… Pero me vale… Si Guille Milkyway le tuviese que poner palabras diría: “Sé que es casi nada… pero me sirve de tanto…”


miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Medirnos en dólares?

Ahora que todos estamos contentos porque volvemos a la senda del crecimiento y ya parece que todo nos va mejor en la vida, puede ser un buen momento para que arroje algunas ideas que me andan rondando desde hace un tiempo.

Si nos damos cuenta, tanto ahora en plena crisis como en tiempos de bonanza nuestra valoración global de España, Europa, la comunidad autónoma de turno o lo que sea se hace en unos términos que son útiles, pero también llamativos. Al final, la situación de nuestro país tiene unos indicadores prioritarios -no los únicos, claro- que son el crecimiento respecto al trimestre-o año- anterior, el crecimiento de la bolsa y -por nuestro gran problema- la tasa de desempleo. Es llamativo, decía, porque no se da prioridad al índice de desarrollo humano, a la sensación personal de felicidad, al nº de personas bajo el umbral de la pobreza, a la diferencia entre sueldos máximos y mínimos medios (diferencia entre ricos y pobres). El mensaje es: hay que crecer en millones de euros porque eso es bueno para nosotros.

Cuento esto porque hay un segundo concepto que me parece interesante: el crecimiento infinito. Es decir, tenemos que crecer siempre. Si no, es malo. Pero, ¿hasta cuándo crecer?. Y, más importante: ¿cómo crecer? ¿Crecer a costa de que otros países sean más pobres? ¿Crecer olvidándonos de que ya somos grandes y que deberíamos preocuparnos de que otros crezcan?

Si en algo solemos fallar repetidamente los humanos es en hacer de nuestros hábitos leyes. Los hábitos nos los creamos en un momento determinado porque descubrimos que es para nuestro bien. Sin embargo, el mundo cambia y olvidamos que las soluciones de ayer no tienen porque servirnos hoy. Por ejemplo, hace 100 años no importaba ensuciar el planeta ya que era muy poca la porquería y muy alta la capacidad de regeneración. Por contra, hoy día sí importa ya que es mucha la suciedad para un planeta tan pequeño.

Del mismo modo, aprendimos que el crecimiento de nuestra economía es bueno ya que en la mayoría de los casos lleva implícito una mejora de la situación de las personas que viven en él. Y digo en la mayoría de los casos porque solamente hay que comparar la distribución de riqueza y nivel de vida de todos los habitantes de Finlandia y los de EEUU. Por lo tanto, llega un momento donde no es tan importante cuánto se crece sino cómo se crece. Y llega otro momento donde una vez logrado un nivel de vida más que aceptable deberíamos dejar de pensar en el yo para pensar en el nosotros global.

Mirando la vida de una sola persona, cuando empiezas a trabajar estás preocupado por salvar tu propio culo: conseguir un trabajo más o menos fijo, bien remunerado... pero luego, te das cuenta que eso está muy bien pero que también es importante el cómo: ¿pisoteando a otros? ¿a costa de tu vida familiar? Éste sería un primer paso en el que se empieza a pensar en el otro. Pero vendría otro escalón mayor que sería: si ya gano más de lo que realmente necesito (siendo honestos, casi todos lo tenemos) y he conseguido que el fin no justifique los medios, ¿por qué no preocuparme de los que nos rodean? Mi familia, mi comunidad, otras comunidades lejanas,....

Algunos dirán que nuestro problema es el empleo y que para ello necesitamos crecer pero... ¿es la única solución? ¿Y realmente lo tendremos en la misma proporción que el crecimiento? ¿Realmente necesitamos ganar más dinero? ¿Pensamos en los demás? ¿Lo más importante ahora es ser más ricos? ¿Es también lo más urgente?

Empiezo a pensar que deberíamos empezar a cambiar de objetivos. Olvidémonos del crecimiento y valoremos el cómo crecemos y el sufrimiento de los que nos rodean. Empecemos a pensar como mundo. Cambiemos nuestra forma de entender el dinero, las ganancias y, sobre todo, las NECESIDADES. No lo conseguiremos en un día ni en dos. Nos hacen falta muchos sopapos para ir despertándonos. Así que propongo que nos tomemos nuestro tiempo pero que empecemos ya a cambiarnos a nosotros mismos. Y después a los que nos rodean.

domingo, 8 de agosto de 2010

Mi hijo es tonto. ¿Y qué?

Aquí sigo descubriendo de cerca el nuevo mundo que nace bajo nuestros pies mientras esperamos la llegada del bebé y disfrutamos de la sonrisa de Diana.

El capítulo de hoy son los libros. Si ya de por sí me suele causar un poco de terror los títulos de la sección de autoayuda, mayor pavor me produce contemplar con la boca abierta los dedicados a la paternidad y el embarazo... "Su hijo es un genio"; "Hágale feliz a su hijo"; "La felicidad de su hijo en 3 pasos"; "Cómo hacer sabio a su hijo"; "Déle a su hijo todo lo que necesita"... Apenas encontre un libro que hablase de manera sana sobre la paternidad... Y asusta ver lo que la gente pretende contar en un libro, pero asusta más saber que esos son los libros demandados.

Ya relataba Carl Honoré en su libro "Bajo presión" las aspiraciones de los padres hoy día: que sea el más listo, el que más sabe, el que mejor practica el deporte X, el rey de las fiestas, el más guapo.. y ahora, el más feliz... eso sí, sin tener muy claro que es la felicidad...

Pero hoy no os quiero aburrir con una de mis reflexiones... Eso sí, dejadme que suelte algunas preguntas al aire:

¿Realmente necesitamos que nuestro hijo sea el más inteligente? ¿Para qué exactamente? ¿Por nosotros o por ellos? ¿Sabemos cuáles son las cosas básicas que nuestro hijo debe aprender, cuáles les vendrían bien y cuáles no estarían de más? ¿Realmente la felicidad de nuestro hijo depende de nosotros en exclusiva? ¿Sabemos qué es la felicidad?