martes, 23 de abril de 2013

Ecología vs niños

¿Debo trasladar mis excentricidades a mis hijas? ¿Tengo autoridad moral para educarles en la ecología? ¿Cómo les afectará a mis hijas hacer cosas que yo me he atrevido a hacer solo con unos cuantos añitos de más?

Estas preguntas me hacía después de soñar con Jaione sobre la primera fiesta de cumpleaños de Diana. "Es en septiembre y, como suele hacer buen tiempo, podemos hacerlo en el Parque de Cristina Enea. ¿Te imaginas?", decía Jaio. "Sí, y la merienda puede ser orgánica y con pocos envases", me crecí yo. Jaio me miró y me dijo una gran verdad "tu hija ya es la rara por otras cosas que no son culpa suya. No se lo hagas más difícil"... Agaché las orejas y dejé de soñar... Saque mi lista mental de cosas a hacer y taché "merienda orgánica de cumpleaños", "regalo de pañales de tela a mi primer/a nieto/a" y "bici eléctrica cuando June pida moto"...

El otro día también me preguntaron (por propia experiencia suya) sobre cómo tenía pensado actuar cuándo nos pidan las niñas tener TV en casa. Cuando nos cuenten que se sienten marginadas porque no ven las cosas que ven los otros niños. Cuando se sientan.... ¡raras!

Pero... ¿debo rendirme a que se dejen devorar por el mundo consumista que se olvida no solo de nuestros arbolitos sino de la gente que lo produce, de los recursos que se consumen, de la gente que sufre en otros sitios? Al fin y al cabo, queremos que sean empáticas. ¿Y no es eso ser empático?

Confundido. Esa es la palabra. Pero mientras veía el otro día el debate sobre "Crianza con apego" se me encendió la luz. Carlos González recordaba que los niños aprenden con el ejemplo. Así que a partir de ahora me propongo conformarme con pensar que con las cosas que hacemos estamos poniendo semillas y que seguro que algunas, las que ellas decidan, germinarán. Me conformo con seguir haciendo aquellas cosas que no les comprometan demasiado (no tener coche en propiedad, consumir energía 100% renovable, utilizar yo jabones eco y gaitas varias), con soltarles alguna charlita informativa camuflada (¡ostras qué guay! ¡Una tableta de chocolate que cuida los árboles y los animales!) y, muy-muy de vez en cuando, intentar atraerles a mis locuras. Respetando, eso sí, que puedan pensar que tienen un padre que está chalado... Es el precio que yo he elegido pagar... :)