miércoles, 7 de noviembre de 2007

El infierno tiene nombre sueco

Hace mucho mucho tiempo se atemorizaba a los habitantes de estos lares con la existencia de un infierno que estaba a la vuelta de la esquina, presidido por un tipo con tridente, cuernos y patas de cabra, en el que hacía muchos calor, había llamas por todas partes y gente a la que torturaban...

Hoy día esto no suena muy creible para el ciudadano medio que ha estudiado hasta las 21 años, ha viajado por el mundo y conocido otras culturas y ve la tele y utiliza internet a todas horas. Por eso, las mentes pensantes de algún lugar crearon un infierno llamado IKEA. Este centro ya no tiene un director con cara de malo sino un tipo que, a pesar de las millonadas que gana, vive en un apartamento y luce vaqueros. Además, no lo "venden" como una casa de torturas sino con un lugar con gente sonriente y guapa. Y encima te dicen que podrás hacer de tu casa el lugar más maravilloso del mundo..... ¡y todo para que vayas!


Sin embargo, este infierno tiene una diferencia muy básica: ES UN INFIERNO MÁSCULINO. No, no digo que no haya otros infiernos femeninos(la depilación, la menstruación, el fútbol...) ni que no puedan llegar a sufrir mujeres dentro de él ni que no haya hombres que disfruten en él (desde aquí mi más sincero reconocimiento). Sólo creo que está pensado para torturar a la mayoría de hombres de este planeta.

Ejemplos hay muchos por ahí. Por ejemplo el mío. Historias que lo ilustran hay muchas. Pero ninguna tan bien ilustrada como la que contó mi amigo Jaime Torre (he puesto la palabra amigo... :-D) hace unos meses. A mi me parece genial esta historia y no puedo parar de reírme aunque sea la 321ª vez que la lea. Por eso le he pedido permiso para compartirla con vosotros. Todo surgió a partir de mi experiencia en el IKEA, así que tras apoyarme y comprenderme relató su experiencia. Quién haya estado alguna vez (sobre todo si es del sexo masculino) le entenderá perfectamente. Jaime, eres un machote...jajajaja
Espero que la disfrutéis:
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La verdad es que yo tengo una espina clavada con Ikea. No por haber
ido varias veces sino por ir ¡3 veces en una semana!

Aunque parezca mentira, la historia es verídica. Ya teníamos pensado
ir a Ikea a comprar muebles para la casa de Campanario. Pasamos un fin
de semana en Santander y a la vuelta se le ocurrió a Cris 'echar un
vistazo' para ir haciéndose a la idea. Yo me negué en rotundo, pero
como soy un calzonazos, un pusilánime y un pelelé... El caso es que
cedí, pero me negué en rotundo (y esta vez de verdad) a que Cris
comprase nada. No le dejé comprar ni un cacharrito para hacer hielos.
Y además, como desquite, yo sí que compré algo (una jarra para mis
padres). Gané una batalla, pero la guerra es larga.

Episodio 2. A los dos días volví a Ikea con Cris. Ni sé cuántas horas
estuvimos. Por lo menos cuatro. Ni sé cuántas discusiones tuvimos: por
lo menos, una por cada habitación-escaparate que tienen. Ni sé cuántas
veces tuvimos que volver (en Ikea se puede ir en sentido contrario al
marcado por las flechas) porque se nos había olvidado no-sé-qué.
Además, ese día se me ocurrió ir a Ikea con una camiseta amarilla y
todo el mundo me preguntaba cosas pensando que era un empleado de Ikea
(os recomiendo que vayáis un día con una camiseta amarilla: es una
experiencia enriquecedora e inolvidable). Y cuando bajamos abajo,
tuvimos que volver a subir. Y cuando pensábamos que teníamos todo se
nos había olvidado no-sé-qué. Y tuvimos que comprar alguna otra cosa
para una tía de Cris. Y algunas de las cosas estaban agotadas (como yo
a esas alturas). El caso es que fue un día inolvidable. De lo malo que
fue. Un día que no tendría que haber existido.

Episodio 3. A los tres días me toca volver a mí a Ikea. Esta vez solo.
Y si pensáis que el ir sólo iba a hacer la experiencia más llevadera,
estáis muy equivocados. El caso es que como en el episodio 2 no
pudimos comprar algunas cosas importantes (como la cama) por no estar
seguros de que las medidas fuesen las adecuadas, dejamos otro montón
de cosas sin comprar en el episodio 2, porque Jaime volvería solo en
el episodio 3 y podría comprarlas. Fue un día surrealista. El cerebro
dejó de funcionarme a las dos horas y eso no hizo más que empeorar las
cosas. Empecé a comprar cosas de la lista (por lo menos, esta vez no
tuve que discutir). Me vuelvo loco para que me atiendan a la hora de
encargar el armario. Me vuelvo loco a la hora de que me atiendan a la
hora de encargar la cama. Hice toda la planta de arriba. Sigo por la
planta baja. En la planta baja me informan que el mueble de cocina que
tenía que comprar a la madre de Cris tenía que encargarlo primero
arriba. Subo. Hago todo el recorrido de vuelta. A esas alturas ya sólo
veía flechas amarillas por todas partes. Y un montón de muebles y
chorradas que no necesitaba para nada. Encargo el mueble de cocina.
Vuelvo abajo. En la parte del almacén sudo tinta para coger todas las
cosas que tenía que coger (incluido un espejo de 2 x 1 metros). Voy a
caja. Se confunden al cobrarme (la cajera era novata) y tardan un
cuarto de hora en solucionar el problema. Voy a la recogida de
material. Después de hacer cola, me entero de que hay que coger número
para que te atiendan. Cojo número. Espero a que me toque. Me toca y me
dicen que tengo que esperar un cuarto de hora. Voy bajando al coche a
meter las cosas pequeñas (quería que las grandes me las subiesen).
Vuelvo a subir con un carro con las cosas grandes. Me dan otro carro
con el resto de cosas grandes. Me pongo a la cola de servicio a
domicilio. Pasa un cuarto de hora y allí no se mueve ni Blas. Yo ya no
era persona. Eso hizo que tomase una decisión errónea. Decidí ir al
coche y llevármelo todo por mi cuenta. Me pasé una hora metiendo y
sacando cosas del coche (tipo tetris) hasta que conseguí que me
entrase todo. Os aseguro que después de esa hora mi cabeza iba a
reventar. Yo no podía más. Pero conseguí meter mi cama tablones de 2
metros de largo, la mesa de la cocina, el mueble de cocina de la madre
de Cris, unas estanterías de la madre de Cris (otros 2 metros de
largo), el espejo (otros dos metros de largo) y un montón de basura
más en el coche. Inicio el camino de vuelta. Ya sabéis todas las
curvas que hay entre Bilbao y Donosti. Pues en cada curva, todos los
elementos de dos metros me golpeaban en el lateral de la cabeza y me
obligaban a hacer fuerza con el cuello. Fue horrible. Cuando llegué a
Donosti aparqué en el parking del Boulevard. Y como soy un cabezón, me
empeñé en llevar yo solito todo a casa. Ni sé cuántos viajes hice.
Pero os aseguro que acabé realmente molido.

¿Por qué os he contado todo esto? Para que entendáis que tengo motivos
para ODIAR Ikea. No es broma. Y perdonad la chapa.

Jaime

PD: Os aseguro que me he ahorrado detalles por no hacer la historia
aún más larga.

2 comentarios:

PöKáYôKë dijo...

Oh...pobrecito....!!!!! Ja!
Pero para qué perdí yo 16 años de mi existencia para encontrar al pusilanime perfecto,al hombre de mi vida eh!? Eso no cuenta?
Yo necesitaba un hombre apuesto y musculoso con el unico y exclusivo objetivo de montar un hogar donde ofrecerle todo el calor y confort y dedicarle todo mi amor y comprensión en un lugar lleno de cosas necesarias, lo prometo.
Sí, es verdad, aún hay más detalles desternillantes como el de la lámpara mágica de Ikea...pero esa es otra historia! ;)

möushik dijo...

Sois unos quejicas...Qué sería de vuestros cálidos hogares sin IKEA!? Pues eso.