lunes, 15 de diciembre de 2008

Mi abuela se llama Trigo

Ya he dicho varias veces que desde el primer día de vida de este blog llevo queriendo escribir un post sobre mi abuela. Pero la verdad es que nunca me he puesto a ello. Mi idea inicial, propuesta por mi "compa" Mabel, era contar cómo era mi relación con ella. Sin embargo, me he dado cuenta de que no soy capaz de explicarla con las palabras elegantes y perfectas que se merece. Así que me he visto forzado a admitir mis limitaciones y a desistir de esta idea inicial...

Para los que no lo sepáis, hace 9 años que vine a vivir a San Sebastian y me fui a vivir con la madre de mi madre, mi abuela Loren. Así ha sido hasta hace año y medio que me vine a vivir con Jaione. Durante todo este tiempo, la relación que hemos tenido ha sido tremendamente especial y he aprendido muchas cosas de ella. Y creo que ella algunas de mí...

Lo único que puedo decir es que la convivencia con mi abuela ha sido totalmente diferente a cualquier relación que yo podía imaginar abuela-nieto. Y, por eso, puedo decir que ella no es mi abuela. Cuando yo llegué a Donosti ya venía "educadito". Tenía 18 años y la base ya la llevaba de casa. Así que tampoco es el típico caso de niño criado por su abuela. Tampoco ella desempeñó el rol de abuela de hazesto y hazlootro. O enestacasaestosehaceasí o yoloqueleheenseñadoamishijosesesto... Simplemente, vivíamos juntos y nos apañábamos con nuestras manías y nuestras costumbres. Por ejemplo, aprendí que con expresiones como "niño del demonio" o "espantajo" lo que quería decir es el típico "¡qué listo es mi nieto!" de la mayoría de abuelas. Y que cuando me pegaba una colleja al estilo Sole en 7 vidas lo que quería era mostrarme su cariño con un beso. Sin embargo, esa eterna alma de brutica navarra le hace demostrarlo de una manera diferente.

Obviamente, tampoco puedo decir que sea una "compa de piso". Es algo mucho más intenso que eso. Bien es cierto que he aprendido a interpretar sus noes y a distinguir cuando es un sí o es un no y nos respetábamos nuestros huecos: cuando yo veía un partido de fútbol y desconectaba del mundo terrenal o cuando ella veía sus programas de cotilleos o el "Mira quien baila" y ponía la tele a todo volumen.

Alguien puede pensar que era una relación madre-hijo. Pero tampoco es así. Mi madre es mi madre. Y su hija al mismo tiempo. Pero sí que sin quererlo me enseñaba cosas de la vida. Igual más como una amiga, pero sin serlo tampoco. La cantidad de cosas que he aprendido gracias a ella me abruma: el tener una vida más humilde, el conformarme con lo que tengo... Vale que ya traía una base de casa pero con su actitud "de pueblo" reforzaba todos esos conceptos. Pero, sobre todo y ante todo, lo que he aprendido de ella es la capacidad de sacrificio. Esa fuerza vital que te impulsa a seguir adelante pase lo que pase. Ese espíritu de supervivencia que ha tenido toda su vida y que me lo traspasó contándome la historia de su vida, la de una niña que tuvo que ir a Francia a un convento y luego trabajar como tantas otras chicas de pueblo al servicio de los ricos. Viuda joven con 4 hijos a su cargo, sin apenas formación. Y especialmente el espíritu de lucha y deseos de vivir de una madre de ochenta y tantos años que pierde a su hija y es la primera de la familia en secarse las lágrimas, levantarse y decir: "¡Para adelante!". Estos ejemplos me seguirán de por vida y espero tenerlos en mente para seguir relativizando los problemas y actuar en consecuencia cuando vengan vacas flacas de verdad.

Esa es mi abuela. Y por eso no le llamo abuela ni amona ni amoña. Le llamo Lorenza. Por su nombre de pueblo un poco feo y anticuado. Ya que me recuerda a las historias que me ha contado. Historias que hablan de gente que lo que quiere sólo es ser feliz, tenga el nivel social que tenga. Me recuerda a su trato que puede parecer duro pero que es noble y cariñoso. Me trae a la memoria sus fallos gramáticales y sus palabras históricas como el Movimiento para hablar del inicio de la Guerra Civil o zartaco o vidrio en vez de vídeo.

Y también le llamo Trigo. Porque no es mi abuela y le puedo poner un mote. Le llamo Trigo porque no es la típica abuelita sino una persona que, a pesar de su baja formación, se reinventa cada día. Trigo es la señora mayor que con 90 años va al baile todos los sábados y hace gimnasia y Tai-Chi todas las semanas. La que me copia frases como "es una pasada" o "hasta luego Lucas". Y la que me insiste los sábados después de comer para que traiga el ordenador y le enseñe cosas sobre internet.

Y en eso se transforma mi Trigo. Por ejemplo, en una señora de 90 años con corazón de 20 que tiene su propia cuenta de correo electrónico y que se presta a hacer un vídeo felicitando las Pascuas a toda la familia, colgándolo en youtube.

Os dejo su regalo navideño y yo le dejo aquí el mío. Lo único que le puedo regalar porque tiene todo lo que necesita: ¡Gracias, Trigo! ¡Gracias, Lorenza!

1 comentario:

PöKáYôKë dijo...

Entrañable post...
Lorenza es afortunada de tener un nieto tan cojonuo como tu. Beso!